
EL ÀGUILA PERDICERA
Si una mañana de invierno decidimos salir al monte, a practicar un poco de ejercicio, tal vez tengamos la suerte de poder apreciar sobre algún cantil la poderosa y esbelta figura del águila perdicera.
El dorso del adulto es de color marrón oscuro, sobre el que destaca una típica mancha blanca de carácter irregular en la base del cuello que, aunque no siempre presente, constituye un buen elemento diferenciador. Ventralmente son de un brillante color blanco jalonado con estilizadas manchitas alargadas, lágrimas de color oscuro que se reparten regularmente por el pecho.
Sus ojos son de unas tonalidades amarillentas, grandes y con una mirada profunda que enmascara su poderoso y afilado pico. Viendo los ojos y el pico de esta ave sólo nos cabe pensar que sus tarsos deben de ser también muy poderosos y acordes con el resto de su cuerpo, y efectivamente así es, aunque totalmente emplumados, terminan en unas enormes garras, comparables a las del águila real. En su cola destaca una ancha banda oscura.
Como en la gran mayoría de las aves rapaces, el tamaño de la hembra es mayor que el del macho. Además, existen otra serie de pequeños detalles que nos ayudan a distinguir los sexos, como que la hembra suele ser dorsalmente de un color marrón más oscuro y más oscura en general que el macho, que tiene el dorso más pizarroso. La cabeza es proporcionalmente más pequeña en la hembra de águila perdicera.
El escenario de sus vuelos y actividades se sitúa en sierras de baja y mediana altitud aunque bastante escarpadas. También necesita el águila perdicera grandes cantiles y escarpados paredones de difícil acceso donde construir sus nidos, generalmente protegidos por un pequeño techo y orientados al sur en su gran mayoría, aunque de forma ocasional también se han observado nidos de águila perdicera en árboles, aunque esto no es corriente en nuestra región y sí en otras poblaciones como la de Portugal y el norte de África.
El águila perdicera es una especie territorial. El tamaño de su territorio oscila entre los 50 y los 100 km2. Hemos de aclarar, sin embargo, que no toda esa superficie de terreno es usada como área de caza, ya que solamente un 20 % de esa zona es empleada para ese fin, el resto queda como escenario de vuelos y vagabundeos.
Cuando emprende esta tarea, su poderosa e intensa vista realiza barridos del terreno a la vez que vuela de forma pausada y a media altura, escudriña y busca entre los romeros, las jaras, pastizales y vaguadas hasta que por fin divisa algún conejo, perdiz, lagarto u otro pequeño mamífero que formará parte de su menú del día. A partir de ese momento, sus esfuerzos y movimientos son de una precisión matemática, a la vez que su potencia y rapidez de vuelo crecen realizando un fulgurante picado que precede al tremendo choque con el que captura a su presa.
Otra técnica de caza empleada por el águila perdicera es “el acecho”; tras permanecer posada e inmóvil en cualquier cornisa, pica como una centella sobre alguna paloma, conejo o zorzal que se encuentre a varios centenares de metros.
La dieta del águila perdicera está formada fundamentalmente por roedores, mamíferos de pequeño tamaño, conejos, lagartos, palomas y aves menores como zorzales, chovas y grajillas y, en menor medida, de la presa que le da su nombre, la perdiz roja.
Por: Gabriela Márquez.
Si una mañana de invierno decidimos salir al monte, a practicar un poco de ejercicio, tal vez tengamos la suerte de poder apreciar sobre algún cantil la poderosa y esbelta figura del águila perdicera.
El dorso del adulto es de color marrón oscuro, sobre el que destaca una típica mancha blanca de carácter irregular en la base del cuello que, aunque no siempre presente, constituye un buen elemento diferenciador. Ventralmente son de un brillante color blanco jalonado con estilizadas manchitas alargadas, lágrimas de color oscuro que se reparten regularmente por el pecho.
Sus ojos son de unas tonalidades amarillentas, grandes y con una mirada profunda que enmascara su poderoso y afilado pico. Viendo los ojos y el pico de esta ave sólo nos cabe pensar que sus tarsos deben de ser también muy poderosos y acordes con el resto de su cuerpo, y efectivamente así es, aunque totalmente emplumados, terminan en unas enormes garras, comparables a las del águila real. En su cola destaca una ancha banda oscura.
Como en la gran mayoría de las aves rapaces, el tamaño de la hembra es mayor que el del macho. Además, existen otra serie de pequeños detalles que nos ayudan a distinguir los sexos, como que la hembra suele ser dorsalmente de un color marrón más oscuro y más oscura en general que el macho, que tiene el dorso más pizarroso. La cabeza es proporcionalmente más pequeña en la hembra de águila perdicera.
El escenario de sus vuelos y actividades se sitúa en sierras de baja y mediana altitud aunque bastante escarpadas. También necesita el águila perdicera grandes cantiles y escarpados paredones de difícil acceso donde construir sus nidos, generalmente protegidos por un pequeño techo y orientados al sur en su gran mayoría, aunque de forma ocasional también se han observado nidos de águila perdicera en árboles, aunque esto no es corriente en nuestra región y sí en otras poblaciones como la de Portugal y el norte de África.
El águila perdicera es una especie territorial. El tamaño de su territorio oscila entre los 50 y los 100 km2. Hemos de aclarar, sin embargo, que no toda esa superficie de terreno es usada como área de caza, ya que solamente un 20 % de esa zona es empleada para ese fin, el resto queda como escenario de vuelos y vagabundeos.
Cuando emprende esta tarea, su poderosa e intensa vista realiza barridos del terreno a la vez que vuela de forma pausada y a media altura, escudriña y busca entre los romeros, las jaras, pastizales y vaguadas hasta que por fin divisa algún conejo, perdiz, lagarto u otro pequeño mamífero que formará parte de su menú del día. A partir de ese momento, sus esfuerzos y movimientos son de una precisión matemática, a la vez que su potencia y rapidez de vuelo crecen realizando un fulgurante picado que precede al tremendo choque con el que captura a su presa.
Otra técnica de caza empleada por el águila perdicera es “el acecho”; tras permanecer posada e inmóvil en cualquier cornisa, pica como una centella sobre alguna paloma, conejo o zorzal que se encuentre a varios centenares de metros.
La dieta del águila perdicera está formada fundamentalmente por roedores, mamíferos de pequeño tamaño, conejos, lagartos, palomas y aves menores como zorzales, chovas y grajillas y, en menor medida, de la presa que le da su nombre, la perdiz roja.
Por: Gabriela Márquez.
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